martes, 9 de diciembre de 2008

3

Vuelvo del día buscando la noche,
pergamino donde sangro las melodias diurnas,
aquella que acuna y cierra los ojos de la soledad bélica,
la que da muerte al guerrillero de ideal perdido.

Noche de paso y genocida.
A sus espaldas carga la muerte de inumerables sonrisas.
Que abriga y desnuda en el calor de su silencio,
y en la razón de su recuerdo
amaina las brisas torcidas.

Noche de bruma, de maderas quemadas,
ciega en el verso, de inocencia callada,
de hora estancada, de agujas clavadas,
se muestra, encuentra, tortura y ampara,
que entre gritos que desgarran estridentes la garganta
devuelve el delirio que en la soledad calma.

Noche de salto al vacio sin alas,
rompiendo los huesos del día contra rocas escarpadas.

Vuelvo del día a la tregua velada.
Vuelvo, y al volver, me encuentro sin nada.